Autómatas en el Al-Ándalus

01 Nov Autómatas en el Al-Ándalus

Dan Blázquez.

La ciencia en el mundo árabe adquirió un papel destacado, pero no solo la ciencia sino la aplicación de la técnica para el desarrollo de diversos aparatos e ingenios mecánicos, como demuestra la frecuente la aparición de autómatas, a veces en su literatura y habitualmente como juguetes y objetos curiosos entre las clases altas de la sociedad.

Y si existe un campo dónde esos autómatas difundieron fue en el de los relojes. Se construyeron clepsidras (relojes de agua) y autómatas, desde el siglo IX. Fueron famosas las clepsidras que creó Azarquiel en Toledo, junto al Tajo, en el siglo XI. Registraban el paso de las horas y las fases de la luna; durante los 14 primeros días del mes los recipientes se llenaban de agua a una velocidad constante, vaciándose también a ritmo constante en catorce segundos.

Pero al margen de estas clepsidras, estos relojes sirvieron para la construcción de auténticos espectáculos mecánicos.

El reloj elefante de Al-Jazari, creador de los primeros relojes mecánicos

movidos por pesos y agua. Un complejo Reloj cuyo mecanismo ponía en acción a humanos y animales mecánicos que se movían marcando el devenir de las horas. Podemos contemplarlo hoy en día gracias a una réplica (a tamaño real) que se encuentra en el gigantesco centro comercial “Ibn Battuta”, en Dubaï

Otro andalusí, Ibn Jalaf al-Muradi, del siglo XI, escribió un tratado sobre autómatas, el “Kitab al-asrar”. En él describe, entre otros relojes con autómatas, la llamada clepsidra de las gacelas, donde, bajo un pabellón de palacio y un jardín, hay un mecanismo con un tubo de mercurio y dos balanzas, cuyos recipientes se llenan de agua alternativamente, provocando una secuencia de movimiento en las figuras de autómatas: aparecen unas muchachas que salen al jardín de palacio para contemplar a las gacelas bebiendo. Un criado oculto en el pozo se asoma para espiar a las jóvenes, pero inmediatamente surgen víboras para defenderlas. Las gacelas dejan de beber, las jóvenes huyen al pabellón, el criado se vuelve al pozo y las serpientes se ocultan. Se trata de un magnífico espectáculo en que se desarrolla toda una escena.

Como conclusión, podemos esclarecer que los científicos andalusíes no fueron sólo grandes teóricos sino también grandes ingenieros.

Vía QueAprendemosHoy.